Todo el que me conoce sabe que tengo cierta devoción por tres cosas: Mortadelo, Filemón y las ¡Motherfucking Teenage Mutant Ninja Turtles! Pero no, en este artículo no voy a centrarme en toda la producción que se hizo acerca de la genial creación de Kevin Eastman y Peter Laird. Quiero centrarme específicamente en uno de los productos relacionados con la fiebre tortuga que más marcó mi infancia. Más aún que la serie de televisión. Más aún que los cómics y las películas (mi valoración: TMNT 1: Muy buena; TMNT 2: Buena; TMNT 3: Extraña, pero salvable; TMNT Nueva Mutación: Arg, prefiero olvidarlo; TMNT 3D: Bastante buena; TMNT Forever: Puta obra maestra). Digamos que, en mi caso, siempre he sido de los que prefiere crear y estar DENTRO de la historia antes de que se la cuenten. Y es por eso que mi mayor devoción siempre fue para los muñecos de Bandai y el tema del que voy a hablar ahora: El juego Arcade de las Tortugas Ninja.
Casi… puedo… tocarlo…
Ya dije que, a mi tierna (es un decir) edad de siete años, amaba frecuentar la humilde tienda de recreativos de mi ciudad. Una vez a la semana mi familia me daba una cantidad justa y asequible de dinero con la que me daba suficiente para jugar a unos cinco juegos, como mínimo (planificada y calculada estratagema para echarme de casa a mí y a mi abuelo apque siempre le tocaba el marrón de acompañarme). Debía elegir sabiamente en qué invertiría mis pesetillas. Y de entre toda la selección de ese local, había ciertas recreativas que siempre se contaban entre mis opciones favoritas: Spin Master, Astérix, The Simpson, Metal Slug (aunque ese ya me pillaría bastante más crecidito)… y Teenage Mutant Ninja Turtles.
El arcade de Teenage Mutant Ninja Turtles ofrecía al fanático medio de las Tortugas Ninja todo lo que deseaba: Una trama poco compleja basada principalmente en salvar a April O´Neal (¿qué niño no querría salvarla, exceptuando aquellos que no vieran la serie o aquellos a los que les molara más Casey o aquellos que babeaban con cada plano mal dibujado del escote de April en la serie?) y en asumir los roles de tus tortugas amorfas y científicamente insultantes favoritas. Esto sin lugar a dudas era fantástico: la posibilidad de jugar no dos ni tres (eliminado será el cinco) CUATRO personas al mismo tiempo. Para el recuerdo quedan esas maravillosas partidas entre amigos o entre absolutos desconocidos que iban sumándose poco a poco a la épica batalla por la consecución de un juego sacacuartos endiabladamente complicado (y que encima iba ampliando su jodidez a medida que se sumaban jugadores, ergo, aquí lo del «trabajo en equipo para facilitar las cosas» no cuenta para nada).
Tras firmar tu sentencia de muert… este, introducir la primera monedita en la ranura (no será la última), asistimos a la que posiblemente es la mejor intro de un glorioso videojuego. Las tortugas ninja están una buena noche haciendo el notas por los tejados junto a su maestro Astilla/Splinter/Amato Yoshi/La rata esa, vigilando desde lejos por desconocidas e inexplicables razones el apartamento donde vive la atractiva reportera April O´Neal (bueno, igual no son tan inexplicables) y de repente, ¡LLEGA LA TRAMA!
La primera pantalla es una tremenda orgía de caos con las tortugas y los miembros del clan del pié (terrorífica imagen se me ha venido a la mente con eso de «orgía») en la que tendremos que empezar a machacar botones ya desde un principio para sacarnos de encima a esos cabrones de púrpura, azul, rojo y blanco (ni puñetera idea de esta nueva explosión de colores entre las filas de los ninjas, lo cierto es que estos colores no son precisamente los más adecuados para ocultarte o pasar desapercibido). Curiosamente, la prioridad inicial de las tortugas es llegar al bloque donde vive April para salvarla (o vete tú a saber). Esto me escama. ¿No habrá acaso más personas en ese edificio en llamas? Tengo dos teorías: una, que todos estuviesen de vacaciones en ese preciso momento menos April, que es una maldita sosa trabajadora pelotillera; o dos, que TODOS sus vecinos fuesen miembros del clan del pié, que no se hubiesen revelado hasta ese mismo momento (menudo trauma, ¿te imaginas que tu vecina regordeta, la del perrito meón, resultara ser un ninja asesino? ¿Y su perro también? ¿y que quisiera matarte? ¿te horrorizaría o lo verías lógico?). Porque la tercera opción sería que las tortugas ninja son unas putas cabronas, pero todos sabemos que eso no es así, ¿verdad? ¿VERDAD?
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Y así, tras enfrentarte por primera vez a un Rocksteady cargado de hormonas y muy mala uva, tienes a la pechugona reportera a puntito para hacerle guarreridas espaniolas… pero en ese preciso instante…
¡Ah, pillastre! ¡Ese cacho troll de Shredder surge de la nave trituradora (peculiarmente pequeña por lo que la sola idea de que Rocksteady y él pudiesen caber dentro es impensable) y se nos lleva a April! ¡Maldición! El muy truhán, todo era una trampa para obtener un rehén y que las Tortugas le sigan a su trampa… o no. Que tampoco acaba de quedar muy claro que es lo que Shredder tiene con esa reportera que le gusta tanto secuestrarla… o, bueno… joder, esque es tan jodidamente obvio que duele.
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Pues nada. Tocan varias pantallitas con nuestras amiguetas las tortus metiéndose por alcantarllas, buscando bulla por los barrios de yonkis y destrozando mobiliario urbano a diestro y siniestro. De hecho no está muy claro qué camino siguen exactamente. Confían en que su corazón les guiará a dónde esté April, como en En Busca del Valle Encantado. Y oh, sorpresa, sin necesidad de intervención random de tiranosaurio y sacrificio de secundario cómico, llegan a unas obras donde su amiguita está custodiada por esos horrores naturales que son Beebop y Rocksteady. ¿Are you fucking serious, Shredder? ¿Beebop y Rocksteady? ¿Esa era la gran trampa en la que iban a caer las tortugas? ¿Soltarles a tus dos esbirros torpones causantes de hilarantes situaciones? Ni a Skelletor se le ocurriría una soplapollez tan grande, macho. En fin, sea como sea, las tortugas empiezan a apalizarles sin compasión (para este tipo de situaciones sí que compensaba el ser cuatro contra dos), ante los ojos de su amada reportera, que sin duda está pasando por el día más Disney de su vida (ver a unas tortugas machacan a un jabalí y un rinoceronte por salvarte la vida no puede ser bueno para tu autoestima).
Y una vez tirados los despojos, ¡Albricias y zapatetas! April es liberada y obsequia con un beso a la tortuga que más piños ha sacado (o la que más hostias ha dado o la que más puntos tiene, o a la que más han apalizado, nunca tuve muy claro el criterio de esta parte). Eso sí, en el cabezón reseco, que esto son dibujitos para niños y la zoofilia está mal vista.
«Es como besar a un cacahuete»
Y aquí es donde el juego arriesga. Y esque la histria NO ACABA AHÍ. Justamente cuando creías que te habías reventado todo el juego terminando este como cualquier otro capítulo, te aparece una nueva pantalla con las tortugas repartiendo de lo suyo en un puente O_o Casi tan rápido que si en ese momento has despegado las manos de los mandos para fumarte el puro de chocolate de la victoria, se te suicidan en el acto y a tomar por culo el dinero invertido en la maquinita. Y esque la cosa no ha acabado aún, porque ahora es Splinter el que es raptado (Shredder, lo de April quizás es comprensible, pero eso último da a pensar muy mal de tí) y las tortugas deberán viajar hasta unas obras sacrificando su furgoneta to wapa por el camino (momento tristísimo, casi tanto como cuando se destruye el Delorean), hasta llegar al mismísimo culo del infierno, donde encontrarán… el Tecnódromo. Y no solo eso:
¡Las tortugas le patean el culo a Krang! ¡Y matan a Shredder! ¡Sin valerse del comodín Deux ech Machina de Splinter! ¡Sin armas laser ni hostias! ¡Con las puñeteras armas que en la serie nunca jamás usan directamente! Y no contentos con ello, ¡REVIENTAN EL TECNÓDROMO POR COMPLETO! Ese último episodio que todos los niños estábamos deseando ver, ese episodio final donde todo se solucionaría en plan Disney, con los malos cascando de forma épica (o absurda, dependiendo de la peli) estaba ahí, frente a nuestros ojos, y no lo había solventado ningún guionista cargado de tripis, lo habíamos solventado nosotros, los fans. ¡Nosotros mismos habíamos acabado la puñetera serie y le habíamos dado un fin! Esta era una de las mejores bazas de estos juegos arcade. Si eras capaz de llegar al final, tú mismo te encargabas de darle el matarile perfecto a las series que nunca terminarían. Al igual que en el final del juego de Los Simpson revientas a Burns y a Smithers (eso cuando la serie estaba en su segunda y tercera temporada, en la actualidad, el verdadero final perfecto del arcade sería que reventaras a la estrella famosa invitada de turno).
Y así era el ciclo. Acababas un juego tras mucha, mucha paciencia, tiempo y dinero, ¿y qué te quedaba? Un nuevo reto. Una nueva historia, unos nuevos secundarios random a los que noquear, Ya bien fuera el Cadillacs and Dinosaurs, el Final Fight, el Capitán Commando… Juegos que han acabado formando parte de la memoria colectiva de gran parte de los gamers de aquellos tiempos, bien por el carisma de sus personajes, su estupenda forma de hacerte vivir la aventura, su violencia cómica y divertida, sus tramas rocambolescas partiendo de argumentos simples (ya me dirás en qué otro lugar encontrarás a un nigger pegándole bazookazos a científicos locos que se convierten en dinosaurios o a un alcalde cachas apalizando kanis)… o el dinero que han hecho gastar a tus padres.
Qué quereis que os diga, al igual que otras máquinas recreativas, para mi yo infantil el juego de las Tortugas Ninja supuso un hito grandioso y casi perfecto en la industria de los videojuegos. Era un juego que te animaba a ser persistente, a volver y enfrentarte a tus temores, a desafiar tus propios límites. Y si tenías la suerte de jugar con alguien, era una experiencia inolvidable, aunque tus compañeros (o tú mismo) durarais poco rato, con lo que empezabas a darte cuenta de lo que era la fustración, el dolor por ser derrotado cuando el puto villano está tan rojo que podría reventar con un pedo y la satisfacción por la perseverancia resumida en el inocente beso en la chola de una reportera sexy. Era un juego de los que ya no podrías encontrar, único en su género y totalmente divertido aunque lo juegues más mayorcito con un emulador (la única forma en que ultimamente podemos confiar para asegurar que estos juegos no se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia). Ser fan de las tortugas ninja a principios de los noventa no era algo que se perdería con la llegada de la siguiente moda, las tortugas tenían una fuerza lo suficientemente fuerte como para vencer al paso del tiempo, o al menos es eso lo que creemos sus fans más acérrimos. Y el que este juego siga siendo a día de hoy un entretenimiento muy disfrutable es una buena prueba de ello.
Y voy a hacer como los chicos de Crisis Creativa (una web viejuna de reviews bastante rompedora en su momento), y acabaré el post a lo grande: con una chica enseñando carne.
¿Qué pasa? A mí Irma me daba más morbo que April.